jueves, 2 de septiembre de 2010

Con el manual del Delegado, por Gonzalo Chaves, Director de IDEP

Mucha gente pregunta ¿Por qué el sindicato debe meterse en la tarea educativa, si hay escuelas del Estado, escuelas privadas, religiosas e Institutos, que tienen capacidad y experiencia?

Para empezar, solamente digamos que la educación es un tema demasiado importante como para que los trabajadores se mantengan al margen del debate, máxime si se trata de la formación de los asalariados en sus propias tareas. Es importante conocer y tener opinión sobre los planes de estudio nacionales y provinciales de los gobiernos, pero también de los contenidos curriculares, la metodología y las formulaciones políticas e ideológicas de cada materia, de cada curso o de cada carrera.

¿Como y por donde encarar esta tarea desde el sindicato? En el IDEP Buenos Aires, pensamos que la formación de los trabajadores, no debe ir por los bordes, sino meternos en el corazón de lo que es la relación empleado/empleador, la discusión del salario, las condiciones de trabajo, el medio ambiente y la calidad de vida.

Trabajar estrechamente ligado a la paritaria sectorial y provincial. Ir de lo particular a lo general. Una forma de abordaje que trabajó mucho Antonio Gramsci (1891/1937), conocer como funcionan las relaciones de poder en el puesto de trabajo, para después conocer como funciona el mundo

El tema del conocimiento se puede encarar de diferentes lugares. Una forma es verlo desde el puesto de trabajo, un punto de partida para avanzar sobre otros horizontes, porque no podemos limitarnos solo a nuestra actividad, como si ésta fuera el centro del mundo. La experiencia de ATE nos dice que información y conocimiento propio, tienen un peso muy importante en las discusiones paritarias, pero el valor tampoco se limita a esto. Parece que el conocimiento no tiene nada de ingenuo y responde en la mayoría de los casos a los intereses de quienes lo construyen. Incluso los conocimientos científicos y tecnológicos adquieren un significado particular según los intereses de quienes los utilice o los produzca.

El conocimiento en manos de los trabajadores, puede cobrar de este modo el carácter de una herramienta liberadora.

Partimos de aceptar que toda práctica genera conocimiento. La necesidad e importancia que tiene para los asalariados tener valores y herramientas de la educación desde su visión como clase trabajadora, no necesita mayores argumentos. En el lugar de trabajo se dice, el ingeniero tiene el conocimiento, el operario la práctica. El contador pasó por la universidad tiene el conocimiento, pero el empleado con su experiencia es el que mueve la oficina todos los días. Esta división entre conocimiento y práctica no tiene nada de ingenua, al ingeniero o al contador se lo pagan, al trabajador no.

En principio todo asalariado del sistema es un trabajador, por lo tanto no se trata de crear una falsa antinomia entre trabajadores con título y sin título, lo que se está cuestionando es una visión de la problemática que termina siendo funcional al sistema.

El trabajador tiene una experiencia acumulada de años de esfuerzos, es un conocimiento muy rico pero poco valorado a la hora del pago, es cierto muchas veces es un conocimiento que no está certificado y esa es una desventaja. El profesional se va de un trabajo y en el otro no empieza de cero, le reconocen todos sus títulos.

El trabajador cambia de empleo o se muda a otra provincia y como no tiene un papel que acredita lo que sabe, vuelve a comenzar desde el principio.

El profesional se doctora y le pagan más, el trabajador hace diez cursos y no le significa ninguna retribución.

No está en cuestión el derecho que tiene una persona que pasó por la Universidad de que le paguen el esfuerzo de años de estudio, solo se trata de buscar equidad e igualdad de oportunidades para todos. Si uno de los problemas son los papeles, hay que ir por la certificación de todos los conocimientos del trabajador, documentación avalada por un organismo oficial, con valor universal, para que esté donde esté se los valoricen y se los retribuyan.

La formación hace a la realización personal y eso es importante, porque no hay proyecto colectivo que pueda desarrollarse sin el crecimiento de cada uno de sus miembros. Pero es necesario también que este conocimiento que sea reconocido y valorizado por el empleador y la sociedad. Como también termine por ser asumido y valorado por el propio trabajador. Sería muy bueno que un día los estatales cuenten con un Convenio Colectivo de Trabajo donde en uno de sus puntos diga, por ejemplo, a un trabajador con determinadas horas de formación certificadas le corresponda un plus salarial o un ascenso de categoría.

Parafraseando a don Arturo Jauretche (1902 /1974), que predicó tanto sobre la necesidad que tenemos los de este lado, los que forman parte del pueblo de elaborar información, pensamiento y comunicación propia.

No se puede ir a una discusión paritaria, con el manual del delegado escrito por el empleador.


(Revista Malas Palabras, Nº 1, pág 9)

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